Secuestro amigdalar

Cuando tu cerebro pulsa el botón de pánico

​Estás discutiendo con alguien y, de repente, dices algo que ni tú mismo puedes creer. O te bloqueas en medio de una presentación importante. Después piensas: “¿Qué me ha pasado?”. En esos momentos, parece que tu cuerpo actúa por su cuenta, sin pedir permiso a tu razón. Ese fenómeno tiene nombre: secuestro amigdalar.

La amígdala: la alarma interna del cerebro

​La amígdala es una pequeña estructura en forma de almendra que vive en lo profundo de tu cerebro, en el sistema límbico. Su función es detectar posibles amenazas y activar respuestas emocionales de forma rápida. Es como un vigilante de seguridad siempre alerta, preparado para ponerte en modo defensa antes incluso de que te des cuenta de lo que está pasando.


​Esta rapidez tiene un motivo: la amígdala puede disparar una reacción en milésimas de segundo, mucho antes de que la parte más racional del cerebro, la corteza prefrontal, evalúe la situación. Esto fue clave para la supervivencia de nuestros antepasados, pero hoy a veces nos juega malas pasadas.

¿Y de qué trata el secuestro amigdalar?

​El psicólogo Daniel Goleman popularizó este concepto en los años 90 para describir lo que ocurre cuando la amígdala toma el control y desplaza a la parte racional de la toma de decisiones. Cuando pasa, reaccionamos de forma impulsiva, guiados por la emoción del momento.

​En un secuestro amigdalar, el cuerpo se prepara para luchar, huir o quedarse paralizado. Se acelera el corazón, la respiración se agita, los músculos se tensan y la mente se enfoca solo en la ‘amenaza’. El problema es que, en la vida moderna, esa amenaza no suele ser un león, sino un comentario, un correo o un gesto.


​Por ejemplo…

​Imagina que alguien te corta el paso en la carretera y, sin pensarlo, le gritas desde tu coche. O que en una reunión importante tu mente se queda en blanco. En esos momentos, la amígdala ha 'tirado del cable' de tu corteza prefrontal y ha activado una respuesta primitiva: luchar, huir o congelarte. Es decir, en todos estos casos, la amígdala ha interpretado que estás en peligro, aunque el riesgo sea más emocional que físico.

¿Por qué sucede?

​Desde una perspectiva evolutiva, esta reacción era esencial para sobrevivir en entornos peligrosos. Nuestro cerebro desarrolló un atajo; permitir que la amígdala reaccione incluso antes de que procesamos la información conscientemente.

​Cuando percibes algo a través de los sentidos, la información llega primero al tálamo, que actúa como un centro de distribución. Desde ahí, puede tomar dos rutas:

Ruta rápida


Va directamente a la amígdala.
Es instantánea, pero poco precisa.

Ruta lenta


Pasa por la corteza prefrontal, 
que analiza la información 
y decide qué hacer.

​El secuestro amigdalar ocurre cuando la ruta rápida se impone. Esto garantiza rapidez, pero también aumenta el riesgo de reaccionar de forma exagerada o equivocada. Un estudio con resonancia magnética funcional de Whalen et al. (1998) publicado en The Journal of Neuroscience demostró que la amígdala se activa incluso ante expresiones faciales de miedo presentadas durante milisegundos, demasiado rápido para que la persona sea consciente de ellas.

Lo que dice la ciencia

​En 1996, el neurocientífico Joseph LeDoux demostró que la amígdala puede activar respuestas de miedo antes de que la corteza cerebral procese la información conscientemente. Su trabajo mostró la existencia de vías rápidas y lentas para el procesamiento emocional.

​Estudios con resonancia magnética funcional, como el de Whalen et al. (1998) en The Journal of Neuroscience, han confirmado que la amígdala se activa incluso ante estímulos visuales de miedo presentados durante milisegundos, demasiado rápido como para que la persona sea consciente.

¿Cómo detectarlo y recuperar el control?

  • Pulso acelerado y respiración superficial.
  • Tensión en mandíbula, hombros o manos.
  • Sensación de calor o sudor repentino.
  • Dificultad para pensar con claridad o recordar detalles.
  • Reacciones automáticas sin reflexionar.

Estrategias para salir del secuestro amigdalar:

​El propio Daniel Goleman, en su charla TED 'Why Aren’t We All Good Samaritans?: https://www.ted.com/talks/daniel_goleman_on_compassion , propone estrategias sencillas como la respiración profunda y el uso consciente de pausas antes de responder.

  • Respirar hondo: inhalar lentamente, aguantar unos segundos y exhalar despacio.
  • Ponerle nombre a la emoción: reconocer si es miedo, enfado, frustración…
  • Alejarse un momento: ganar tiempo para que la reacción física se calme.
  • Practicar mindfulness: entrenar la atención plena para no dejarse arrastrar por impulsos.
  • Revisar la situación: preguntarte si la respuesta que vas a dar es útil o necesaria.


Reflexión final

​Conocer el secuestro amigdalar no es solo aprender neurociencia; es aprender a convivir contigo mismo. La próxima vez que sientas que pierdes el control, recuerda que tu cerebro solo intenta protegerte, aunque a veces lo haga como un guardaespaldas demasiado nervioso. Respira, pausa y recupera el mando. 

​No podemos evitar que la amígdala haga su trabajo, pero sí podemos aprender a no dejarnos llevar por ella.

Referencias

Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional. Kairós.

LeDoux, J. E. (1996). The emotional brain: The mysterious underpinnings of emotional life. Simon & Schuster.

Whalen, P. J., Rauch, S. L., Etcoff, N. L., McInerney, S. C., Lee, M. B., & Jenike, M. A. (1998). Masked presentations of emotional facial expressions modulate amygdala activity without explicit knowledge. The Journal of Neuroscience, 18(1), 411–418. https://www.jneurosci.org/content/18/1/411

Sprouts. (2019). The Amygdala Hijack: How our emotions hijack our thinking [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=PglaInxZfUc

TED. (2007). Daniel Goleman on compassion [Video]. TED Conferences. https://www.ted.com/talks/daniel_goleman_on_compassion

INEEW Team 26 de agosto de 2025
Tag
Identificarse dejar un comentario